«Que la vida es corta lo tuve claro desde el principio; en cambio, nunca me he sentido identificada con la idea de que vida solo hay una».
Nunca te has preguntado qué vidas te estás perdiendo por el hecho de ser quien eres y no otra persona? “La vida del cangrejo ermitaño”, relato de Robert Sendra, desafía la idea de que vida solo hay una y habla sobre el coste vital de oportunidades.
A la protagonista de la historia, que en este audiorelato está locutada por Paulina Cisneros, le encanta hundir las manos en la arena de la playa para distinguir con los dedos las piedras y las caracolas. Así es como descubre la apasionante vida de los cangrejos ermitaños.
Escribí “La vida del cangrejo ermitaño” en catalán al poco tiempo de salir de la universidad. Era muy joven y tenía toda la vida por delante, pero ya me había llevado los primeros chascos con la carrera que había elegido, el periodismo, y había salido al mercado laboral en un año tan agradable como 2010: crisis, precariedad, prima de riesgo…
En esa época había algo que me obsesionaba: ¿hasta cuándo podré hacer marcha atrás? Es decir, si en vez de ser periodista, elijo ser astrofísico, o bombero o antropólogo, ¿aún puedo hacerlo? ¿O ya no me puedo desviar del camino en el que me he metido?
La verdad es que no hice cambios drásticos en mi vida, pero al menos, de esa comida de coco surgió la idea de escribir este relato.
Para mí el cuento habla del coste vital de oportunidades. Es decir, de todo lo que no podemos ser por el hecho de ser quienes somos. O, por ejemplo, de todos los libros que se han publicado que nunca podremos leer, de las películas que no veremos, de los países que no visitaremos…
¿A ti también te obsesiona el hecho que solo podemos vivir una vida? Me encantará leer tus comentarios. Puedes introducirlos al final de esta página o contactar conmigo por correo electrónico.
Con este onceavo cuento finaliza la primera temporada del podcast de relatos Vivir del cuento. Volveremos el 8 de septiembre con nuevas historias vibrantes y sorprendentes.
Te animo a enviar vuestros comentarios y opiniones sobre “La vida del cangrejo ermitaño” a través de:
Un relato interesante, fresco, original y con más profundidad de la que parece. Como siempre un placer el disfrutar de estás pequeñas joyas que nos traes cada mes.
¡Muchas gracias, David! La verdad es que convertir preocupaciones y rayadas mentales en relatos entretenidos es un vicio, ¿no crees?
Me ha encantado el cuento, es una historia que da mucho que pensar, aunque yo he llegado a la conclusión de que la protagonista es una bruja. Creo que en la vida debemos intentar hacer el mejor juego con las cartas que nos han repartido.
Felicidades por este primer año de relatos, a mi se me ha pasado volando y espero impaciente el próximo.
¡Gracias! Jugar con las cartas que nos han dado o buscarnos nuestras propias cartas porque no nos conformamos con la baraja que la vida y la sociedad nos han asignado… El debate da mucho de sí.
¡Gracias por seguir al otro lado de las ondas! 🙂
Cuántas veces he fantaseado con ser un cangrejo ermitaño! Con imaginarme qué hubiera pasado si hubiera tomado ese otro camino, si viviera en otro lugar, si tuviera otro trabajo… Muchas veces me pregunto qué otra vida podría estar viviendo si yo no fuera yo. Mil veces me he quedado mirando rostros por la calle imaginando sus vidas y fantaseando con las vidas de aquellas personas que están al otro lado de una ventana iluminada…. No nos pasa a todos un poco? y cuánto echas de menos esa vida «normal» tuya cuando la vida te saca de ella para lanzarte en otra totalmente diferente sin haberlo buscado. Ya ves que este relato da para mucha reflexión….gracias!
Bravo Robert, por este relato y por todo el camino hecho hasta aquí. Gracias por dejarnos ser un poco cangrejo ermitaño a través de tus relatos.
¡Mil gracias, Marisa, por una lectura (o escucha) tan reflexiva! No sé me había ocurrido que las historias también son una forma de convertirnos en cangrejos ermitaños por un rato.
A mí me encantaba imaginarme las vidas de los demás, y sus conversaciones, durante las caravanas de coches, cuando coincidías por un rato con un vehículo de otro carril y te preguntabas dónde iban, qué les preocupaba y qué relación tenían entre ellos.
¡Un abrazo!