“A través de la ficción nos sentimos más libres, más empoderadas y con menos miedo”
Trabajando en la organización de eventos internacionales, la periodista catalana residente en Suiza, Sabrina Martínez, tiene historias y anécdotas para dar y vender. Sin embargo, no escribía ficción desde los juegos florales de su instituto. El estallido de la guerra en Ucrania lo cambió todo. Tal era su conmoción por lo que le contaban sus amigos ucranianos, que se vio impelida a dejar sus pensamientos por escrito. Para hacerlo, eligió la ficción. Ese territorio neutro y libre. El cuento resultante, “Svoboda”, ha tenido una trayectoria meteórica: antes de llegar al podcast en formato audio, había ganado el concurso europeo de relatos cortos y narrativa que promueven la Federació Internacional d’Entitats Catalanes (FIEC) y los Casals Catalans d’Europa.
Con Sabrina Martínez hablamos de recuperar la vieja afición de la escritura, de sentirse libre a través de la ficción, del pudor que provoca desnudarnos demasiado cuando estamos escribiendo, de cómo sería nuestro metaverso ideal, de acumular historias alrededor del mundo para dejarlas sobre el papel algún día, de trabajar en Kiev y de tener empatía ante los traumas vitales que modifican el presente y el futuro de las personas.
– ¿Cómo vive del cuento Sabrina Martínez?
– Todavía no he encontrado la manera de vivir del cuento, así que estoy abierta a sugerencias. En cuanto a lecturas, me he dado cuenta de que me interesa la ficción basada en hechos históricos o en la vida de personas reales, aunque no todo lo que cuente sea cierto. Es una manera muy interesante de acercarme a estas realidades. Y en cuanto a escribir, hacía mucho que no lo intentaba, y hacerlo me ha traído recuerdos que me han removido a nivel interno. Es algo que debería retomar en mi tiempo libre para reactivar mi faceta literaria, porque cuando dedicas un poco de tiempo a poner en palabras ciertos pensamientos, aunque sea desde la ficción, sientes desahogo.
– ¿Y lo retomarás?
– Iré paso a paso. Tengo ganas de que llegue la siguiente edición del concurso de Sant Jordi en Suiza para volver a animarme con un relato. El próximo reto es disfrutar del premio que he ganado este año, que consiste en un curso de escritura creativa.
– Mezclar temáticas que son reales con instrumentos de la ficción, como el ritmo, la trama, el conflicto o los diálogos, hace que cualquier contenido nos llegue de una forma más atractiva y que nos enganche más. Lo hace el buen periodismo, y la experiencia de lectura es más grata.
– Desde el punto de vista de la escritora, creo que a través de la ficción nos sentimos más libres, más empoderadas y con menos miedo. Te puedes dejar ir, porque te apoyas en el hecho de que solo es ficción. La línea entre qué es cierto y qué es inventado está muy claro para la escritora, pero el lector lo interpreta todo como ficción. Es un juego. Si tuviera que hablar para unos informativos, estaría mucho más comedida, pero la ficción y la creatividad aportan un mayor margen de tolerancia por parte del receptor.
– Aunque, al mismo tiempo, es inevitable estar presentes en aquello que escribimos. ¿Qué hay de ti en el cuento de “Svoboda”?
– Por un lado, la necesidad de evadirme en un mundo imaginario como el metaverso, donde puedo crear la realidad que me gustaría vivir. A veces me pregunto si no sería más fácil, porque como seres humanos siempre queremos lo que no tenemos. Por otro lado, la sensación de soledad de la protagonista, que explica en el cuento que ya no le queda nada. A veces, cuando vives en el extranjero y has dejado a tu familia y a tus amigos atrás, es difícil volver a construir vínculos parecidos. El cuento habla sobre todo de la sensación de vacío que me han transmitido mis amigos y amigas ucranianos, que han tenido que partir de sus casas a causa de la guerra. Y, finalmente, el drama. Hay quien dice que a veces soy un poco dramática, y aunque el cuento es de protesta política, no deja de tener su parte de drama.
– Lo que vivimos nos sirve para hacer ficción, aunque sea de una temática muy alejada a nosotros, como la guerra o la ciencia ficción. Nuestras herramientas son las experiencias que hemos vivido, aunque las disfracemos tanto como queramos.
– De hecho, al escribir el relato me inspiraron dos series que también tenían que ver con realidades paralelas y mundos virtuales. Eso se sumó a la realidad que me transmitía gente de Ucrania a la que aprecio y al mensaje de una amiga: “cada palabra cuenta”. Todas estas experiencias, combinadas con un poco de creatividad, se convirtieron en el cuento de “Svoboda”.
– Si pudieras programar tu propio metaverso y evadirte en él 24 horas, ¿adónde irías?
– Sería un sitio muy caótico, porque no me gustaría tener que elegir. Me gustaría que fuera un espacio con muchísimos espacios al mismo tiempo, en el que pudiera navegar de un sitio a otro y en el que pudiera conectar a toda la gente con la que me he ido encontrando a lo largo de mi vida. En los últimos diez años he vivido en varios lugares del mundo, así que querría coger un poquito de cada sitio y ponerlo todo junto para recordar la felicidad que me ha aportado cada vivencia. Mi metaverso ideal sería tutti colori y tendría desde espacios de silencio hasta lugares con la música alta y mil personas a mi alrededor.
«Mi metaverso ideal sería tutti colori y tendría desde espacios de silencio hasta lugares con la música alta y mil personas a mi alrededor»
Sabrina Martínez
– Uno de los lugares en los que has estado en los últimos años ha sido Kiev, y eso también te ha motivado para escribir tu relato. ¿Qué impresiones te llevaste de la ciudad y de su gente?
– Estuve dos semanas para un evento internacional. En primer lugar, me sorprendió la gran variedad de oferta gastronómica que hay en Kiev. En segundo lugar, la gente con la que me relacioné me pareció trabajadora y servicial. No se correspondía en nada a los prejuicios de una sociedad fría y poco amigable que solemos tener de la Europa del Este. Las personas con las que colaboré tenían un gran interés en satisfacer tus necesidades, aunque no tuvieran tantos recursos como en las estructuradass Alemania o Reino Unido. También me di cuenta de que allí el componente personal era muy importante en el trabajo. Me pareció bonito, porque en el fondo cuando trabajamos también nos gusta crear conexiones. Sin embargo, no puedo decir que la experiencia fuera fácil, y el inglés no está tan presente como en otros países. Aunque eso es algo que también ocurre en España.
– Viajando tanto, tienes mucha materia prima para escribir. ¿Recuerdas alguna anécdota en especial que bien merecería una historia?
– Tengo historias para dar y vender: he tenido miedo por mi seguridad personal y la de mi equipo, he llegado a pensar que iba a acabar en la cárcel, he vivido situaciones de mucho caos… Y también he vivido situaciones divertidas, como que una persona me estuviera esperando a pie de pista en un aeropuerto y me llevara en el coche operativo, y todo el mundo me mirara… También he estado en bodas en Azerbaiyán y Abu Dabi. Son historias que no todo el mundo tiene, pero narrarlas, aunque sea desde la ficción, significaría desnudarme ante mi gente más allegada, y no sé si estoy preparada para ofrecer tanto.
Sin embargo, me lo he planteado muchas veces de cara a mí misma, por si me falla la memoria cuando sea mayor, o para las ocasiones en las que me pregunto qué he hecho con mi vida, dónde estoy y hacia dónde voy. A veces me olvido, porque vivo a un ritmo acelerado y no me doy cuenta de la gran cantidad de situaciones curiosas que he experimentado.
«No creo que la sociedad sea empática con el trauma vital de una guerra»
Sabrina Martínez
– Hablando del vértigo a ser leída, “Svoboda” está enmarcada en el contexto de la invasión rusa de Ucrania. Los sentimientos están a flor de piel. ¿Has recibido alguna crítica contraria?
– No. De hecho, originalmente escribí el cuento en catalán, antes de traducirlo al castellano para el podcast, pero lo he compartido con gente de Ucrania y del resto del mundo, que utilizaron Google Translate para leerlo en su idioma. Y el relato no juzga ni solicita acciones políticas, para eso ya están los medios de comunicación y los diplomáticos. Lo que el cuento quiere reflejar es que las decisiones políticas y las luchas por el poder, no solo de los países en conflicto, sino también de Europa o Estados Unidos, acaban impactando en el día a día de gente que quizá ni tan siquiera está interesada en política. Y esta parte social es la que a mí me importa.
Tuve esa misma sensación cuando viajé a Sri Lanka y mi conductor me mostraba todo lo que habían perdido con el tsunami. Una guerra o una catástrofe natural dejan heridas que te quedan de por vida. A veces no nos damos cuenta de cómo eso impacta en el presente y en el futuro de las personas afectadas. No creo que la sociedad sea empática con estos traumas vitales.
– Con “Svoboda” has recuperado la afición de escribir ficción, algo que hacía mucho que no hacías. ¿Qué es lo que más te ha costado?
– Primero, ser concisa y no irme por las ramas: quería transmitir tanto que no transmitía nada. Tuve que decidir, centrarme en crear un personaje y tener clara la idea que quería mandar. A partir de ahí, tuve que encontrar la manera de que el lector mantuviera el interés a lo largo del cuento. Segundo, no cometer errores gramaticales u ortográficos: me paso el día escribiendo mails, pero están siempre orientados a enviar un mensaje operativo, no a crear literatura. Y tercero, tener un final: quería que fuera claro y rotundo, pero que al mismo tiempo invitara a una reflexión posterior.
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